lunes, 22 de abril de 2013

Inundaciones


UNA CIUDAD AHOGADA POR EL BARRANCO
En la desembocadura del Barranco de Santos se formaba una especie de ensenada al adentrarse el mar en su cauce, ensenada que con el transcurso del tiempo y las aportaciones del propio barranco, se convirtió en una gran charca, hoy desaparecida, conocida luego con el nombre de Charco de la Casona, como ya hemos comentado.
Llevaba agua mucho tiempo del año, lo que algún autor  ha relacionado con el hecho de que los castellanos emplazara su primer campamento en uno de sus márgenes, por causa de la vena de agua que discurría por su lecho. Esta vena, si bien dejó de ser útil para el consumo humano, continuó aprovechándose para otros menesteres, y todavía en 1802 hacía funcionar un molino de agua.
Cuando comenzó a formarse la población a ambos lados del barranco, lo hizo con una pobreza de medios desoladora. Las primeras construcciones, de piedra y barro y con techumbre de paja y maderas, fueron surgiendo de forma espontánea de acuerdo con las necesidades y preferencias de sus constructores. Es generalmente aceptado que el núcleo original del poblado se formó en la margen derecha del barranco de Santos, y así se ha repetido hasta la saciedad.

En El Cabo se levantan el castillo de San Juan, la casa de la pólvora y el hospicio, luego cuartel de San Carlos, así como el hospital de los Desamparados y el lazareto.
Este profundo tajo que divide en dos a la ciudad puede parecer inofensivo a un espectador no avisado. El cauce seco y de aspecto desolado durante períodos que abarcan a veces varios años, no induce a pensar en el cambio que puede experimentar su apariencia después de unas lluvias torrenciales, como las que de tarde en tarde suelen producirse, y el enorme caudal de agua que es capaz de reunir en su cuenca. Si aún hoy, después de realizadas las obras de contención, encauzamiento, alcantarillado, etc., resultan impresionantes sus avenidas, imagínense lo que sería en tiempos pasados, cuando las aguas corrían libres por doquier arrastrando cuanto se oponía a su paso, en época, además, de muy superior pluviometría que la presente. Los efectos que llegaban a producir estos aluviones eran imprevisibles y, aún sin serlo, no se disponía de medios para su contención.
El hecho de haberse establecido la parroquia, seguramente la primera edificación publica de la población, junto a su cauce, hace que desde los primeros momentos sea una preocupación constante la de tratar de aplacar las iras del barranco, que con tesón admirable y evidente irreverencia, invadía una y otra vez el sagrado recinto. Estaba, además, el problema del tránsito hacia el barrio de El Cabo, que en dichas ocasiones quedaba incomunicado, lo que, hasta la construcción del puente Zurita, equivalía a que también quedara cortado el acceso al camino de La Laguna.
Al ser la iglesia la que sufría los daños, un obispo dictó las primeras disposiciones de defensa: “una estacada de estacas fuertes y bien hincadas en la tierra”. No resultó muy eficaz, lo que hizo que otro obispo tomara nuevas medidas para reparar y completar las defensas contra los desbordamientos.
Pero el barranco continuó haciendo de las suyas, y en 1722 una nueva avenida se llevó el puente del Cabo, a cuya reconstrucción tuvo que atender el Cabildo.
Continuaban las inundaciones de la iglesia e 1750. O el barranco era mucho barranco, o el puente era poco puente
Se reconstruyó de nuevo el puente debido a la importancia que tenía sobre la ciudad: comunicaba El Cabo con la ciudad, y además era necesario para acceder al hospital de Nuestra Señora de los Desamparados.
En el mes de noviembre de 1826 tiene lugar uno de los mayores aluviones que ha sufrido la isla. Fue el mismo que hizo desaparecer en el pueblo de Candelaria la imagen original de la Virgen , que arrastrada por las aguas se perdió en el mar para siempre. En el barranco de Santos sólo se sostuvo el puente Zurita, pues tanto el del Cabo como los murallones de defensa que se habían levantado en sus inmediaciones resultaron arrasados. La reconstrucción del puente tardó un año, y eran un peligro los posibles retrasos, debido a que la lluvia produjo la acumulación de materiales arrastrados que obstruían el cauce, lo que representaba un peligro en caso de un nuevo aluvión.
Las obras del barranco progresaban lentamente, pero al fin y al cabo seguían adelante. Lo grave fue que, antes de que estuviesen terminadas las obras, la climatología volvió a hacer de las suyas y de nada sirvió lo realizado hasta entonces.
Continuaban las inundaciones en 1837, en 1855 se derrumba el muro que sostenía el terraplén que sirve de camino al interior del Barranco de Santos, y demás desastres que corroboran la fuerza y peligrosidad de dicho barranco.
Al comenzar la última década del siglo XIX, forzosamente hay que volver al puente del Cabo, el más famoso sin duda de todos los que cruzan el barranco de Santos, y que casi había  tardado tiempo en reconstruirse como en encontrarse de nuevo en estado ruinoso. Tal es así que el Ayuntamiento, seguramente harto de tanto gasto, el 8 de agosto de 1892 autoriza al arquitecto municipal para que solicite ofertas de un puente de hierro que garantice un mínimo de solidez y duración a la obra, la cual finaliza en 1893. 
Ya introducidos en el siglo XX, el día 1 de diciembre de 1922, la ciudad sufre un nuevo  temporal de lluvias , y el aluvión que se produce vuelve a causar daños a lo largo del curso de los barrancos. Los efectos del Barranco de Santos fueron los de más graves consecuencias. Las aguas pasaron sobre el puente del  Cabo, volvieron a inundar la iglesia de la Concepción, la Vera del Barranco y la Noria, y destruyeron los murallones laterales de aquella zona. Los desperfectos sufridos por el puente comenzaron a repararse con prontitud, pero las obras de encauzamiento se demoraron, pues era necesario reformar los muros de contención hasta la desembocadura, para amoldarlos al nuevo puente que se hacía a la altura de la Avenida Marítima en construcción.
En estos años, se aprueba por fin el proyecto definitivo de desviación del barranquillo del Aceite hacia el Barranco de Santos. También se lleva a cabo el proyecto de unir las márgenes del Barranco de Santos, hacia la altura de la plaza Weyler, con la construcción del puente Galcerán, el de mayor longitud y altura de cuantos cruzan su cauce. Constituyó el punto de arranque para la formación de una ciudad moderna a la derecha del Barranco de Santos, sector hasta no hace muchos años ocupado por fincas y solares, que ha dado lugar a una típica zona en la que la especulación del suelo ha sido su constante.
Da la sensación de que a la ciudad le ha dado fiebre de puentes. Los proyectos , propuestas y sugerencias son abundantes. Hay quien piensa que es un proyecto disparatado la construcción de otro puente a la altura de Valentín Sanz, antes del Norte, pues ya se cuenta por entonces con los de la Avenida Marítima, El Cabo, Galcerán y Zurita, lo que se considera más que suficiente. Públicamente se llega a decir al alcalde que ya está bien de puentes y que ya se terminó la era de los sueños. Otros opinan que no sólo es conveniente hacer un puente más, sino que lo ideal sería hacer un único puente desde la Avda. Marítima hasta el Manicomio, con lo que se acabarían los problemas que siempre ha creado al desarrollo de la ciudad el barranco de Santos.

En la actualidad, la capital santacrucera, ha sufrido cuatro inundaciones en la decada pasada.
El 31 de marzo de 2002, hubieron lluvias que descargaron 224 litros por metro cuadrado. La lluvia comenzó  
a caer con intensidad en la Capital y alrededores entre las 15.00 y las 1600 horas, mientras que más al norte y al sur apenas llovía. Escampó una media hora y a continuación arrancó de nuevo a llover con gran intensidad y con pedrisco hasta las 20.00 horas, manteniendose algunas horas de precipitaciones más débiles hasta medianoche. Produjo muertos, desaparecidos, heridos y numerosos daños personales.


En 2005, llegó la Tormenta Tropical Delta procedente del Atlantico. El dia 28 de noviembre, los vientos alcanzaron los 140 km/h en la costa, y casi 250 km/h en el Teide. En su paso por la Capital, se produjo un aumento de la temperatura y descenso de la humedad relativa por debajo de 40%. 300.000 personas.


El 1 de febrero de 2010 Santa Cruz de Tenerife volvió a ponerse en alerta cuando un frente atravesó desde El Hierro hasta Tenerife para seguir con menos fuerza hacia las costas de Cádiz, descargando abundante agua. Afectó a la isla entera y dej´o 143 litros por metro cuadrado en Izaña; 126 litros por metro cuadrado en Los Rodeos; 217 litros en la capital y hasta 270 litros por metro cuadrado en 24 horas en Anaga, lo que dejó el barrio de Taganana incomunicado, sin suministro de luz y agua durante 48 horas; doce carreteras cortadas, más de 1200 rayos en diez horas, interrupción del servicio del tranvía, inundaciones en aparcamientos subterráneos y multitudde viviendas, 25000 personas sin luz y 11 vuelos cancelados. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) excluyó que se tratara de una tormenta tropical y lo calificó como borrasca muy activa.


Por último, el 17 de febrero de 2010, un temporal de lluvia y viendo, que se empezó a sentir dos días antes y que fue avisado por AEMET, con la isla al completo en alerta naranja según el Plan de Emergencia Insultar (PEIN), dejó vientos de 95 km/h. Los servicios de emergencia hicieron frente en la capital a la caída de árboles, farolas, carteles publicitarios, contenedores de basura y planchas de todo tipo.

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